viernes, 12 de marzo de 2010

Crónica de un trayectoria…
$3. 50, el precio de un viaje inolvidable

El microbús ofrece una variedad de recursos, en comparación a otros transporte públicos


Por Yuritzi Delgado

Por la mañana, son algunos millones de capitalinos los que optan por el transporte colectivo en lugar de uno de esos vehículos ultra modernos con cuatro ruedas que le suelen llamar automóvil; unos deciden la comodidad del metro, otros prefieren por la rapidez del trolebús o tragaluz, los que poseen un modesto capital financiero arriban en un taxi.

Yo, prefiero el camión, pesero, microbús o “peiser”, nombre dado por algún burgués que quería sentirse en un transporte de primer mundo. Es toda una aventura subir a uno de estos vehículos; además de ser el ideal para llegar a alguno de tus destinos, por supuesto si existe ruta.

¿Por qué es preferible tomar un camión a otro transporte público? porque es un medio seguro; los “finísimos” choferes, finos por la calidad humana que brindan al pasajero, ofrecen un servicio que te garantiza arribar sin raspones, dolores musculares o en el cuello; además los conductores son contratados por tener una experiencia intachable para conducir y por respetar el reglamento de transito, a los automovilistas y peatones.

El camión, posee características especiales, como aire acondicionado, música con lo más popular del momento, asientos confortables de algún forro en especial, decoraciones de adhesivos de grupos de rock; de nombres de las musas del chofer: Tiffany, Yadira, Britany; de frases: “va por ti”, “a toda máquina”, “te amo”; de personajes de caricaturas; de la virgen o de algún santo.

Los autobuses ofrecen además la posibilidad de hacer parada donde se le indique al chofer, tocando un timbre con anticipación, se podrá descender con ligeras turbulencias. Estos movimientos son constantes durante la estancia en el microbús, pero eso le da un toque de diversión, como si se estuviese en una montaña rusa: subidas, bajadas, brincos, tambaleos y una sensación de vuelo.

La caballerosidad está presente todos los días al subir a uno de estos transportes: se puede observar cómo amablemente los hombres le ofrecen su asiento a cualquier dama, en especial, mujeres embarazadas, con hijos o a ancianos; en ocasiones los caballeros miran a las señoritas en señal de “agrado” y de paso acarician alguna de sus partes, en especial las más voluptuosas; aclaro, sólo para comprobara que todo esté en su lugar.

Algunas veces hay mucha gente, y para sentir ese calor humano, esa hermandad como mexicanos que somos, se tiene que permanecer casi nariz con nariz para poder experimentar ese clima del que les hablo.

Sin lugar a dudas, este transporte público, que en la década de los sesentas era mejor conocido como “pesero”, por la tarifa de la época; hoy en día vale $3. 50, que incluye todo lo antes mencionado. Ese precio es tu boleto para vivir un viaje inolvidable.

Un clavo en la pared

Otra vez llegaba la noche a mi casa: fría, sombría, solitaria. Parece que sólo la penumbra llegaba a mi vivienda; los vecinos tenían luz; jugaban y reían, era la típica familia formada por el padre, la madre y los hijos, cenando y platicando sobre cómo les fue en su día.

La noche sola, y yo, queriendo acompañarla. Me senté a leer un libro que me habían prestado hace muchos años, pero nunca lo he podido acabar de leer, se titula “Déminan” de Herman Hesse, es la historia de un niño que…, no puedo seguir contándolo porque no hay algo que me impide concentrarme; no solo en poder leer un libro, sino en hacer mis actividades cotidianas.

En el trabajo no me puedo concentrar, trato con muchas personas al día, sin embargo, no recuerdo la cara de ninguna, mi supervisor se la pasa llamándome la atención y siempre me dice: hay Stephanie, ya reacciona, parece que estas enamorada. Ella no sabía que yo odiaba el trabajo de cajera en un súper mercado, pero que es la única labor que podía hacer bien. Mis padres me pagaron las mejores escuelas particulares de la ciudad, pero termine en este oficio.

La supervisora no sabía que pasaba en realidad por mi mente, no sabía cómo había sido mi infancia, las condiciones en las que vivía y sobre todo, no sabía mi estado emocional.

No estaba enamorada, ni me sentía en las nubes, no sentía mariposas en el estomago; al contrario, me sentía sola, devastada y desilusionada. Ese clavo en al pared me causaba todas estas emociones. El solo ver ese clavo todos los días, me hacia recordar su imagen.

¿Por qué? por qué lo tenía que extrañar tanto, aunque me pregunto si en realidad lo extrañaba a él, o su compañía; esas tardes cuando me abrazaba y platicábamos por horas; el café que me preparaba con la medida exacta de azúcar, cuando me llevaba al trabajo, cuando no decía nada, pero sabía que ese silencio era un te amo.

Tal vez nunca nos llevamos bien, tal vez nunca me conoció del todo, pero de algo estaba segura, que lo amaba y que fue hasta el momento en que su saco ya no se veía colgado sobre el clavo en la pared, que me pude dar cuenta que amaba profundamente a mi padre.

jueves, 21 de enero de 2010

Qué tal queridos lectores !!! les quiero dar la bienvenida a este blog en el que se publicará todo tipo de expresiones: escritas, gráficas, visuales, auditivas y todo lo que se puede comunicar. Asi que..... Arranquemos!!!!